Los comportamientos compulsivos que no se pueden controlar; en muchas ocasiones desencadenan problemáticas de índole psicológico que tienen como consecuencia la dependencia y/o adicción a ciertas actividades de consumo, como: los videojuegos, las sustancias psicoactivas, el exceso de ejercicio, problemas de ingestión (comida), entre otros.
En otras palabras, cualquier conducta que no pueda ser manejada por el ser humano y que adicionalmente, cuando no se hace genera malestar, es considerada una adicción. Los adictos no suelen ser personas felices, sino por el contrario, como son dependientes de su adicción, no le encuentran un sentido positivo a su vida y viven bajo presión.
Hoy en día, los padres de familia se enfrentan a este tipo situaciones, que, en su gran mayoría, son originadas debido al alcance tecnológico que tienen los niños y jóvenes. Por ejemplo, los videojuegos y específicamente, el reconocido Fortnite, que actualmente es tendencia mundial y ha generado todo tipo de controversias.
Entonces, ¿cómo identificar si su hijo sufre de alguna adicción? Entre los niños y adolescentes hay que tener mucho cuidado con el concepto adicción, porque este solo se diagnostica clínica y psiquiátricamente; la mayoría de ellos caen en conductas compulsivas, más no en adictivas y destructivas. Justo Mesa, Director del Departamento de Psicología del Gimnasio Moderno, resalta dos síntomas fundamentales, que, en caso de presentarse, deben ser tratados de manera inmediata con la familia y el colegio y, además recomienda, el acompañamiento adecuado de los padres.
Síntomas:
1. Desequilibrio: Cambios drásticos; prefieren jugar videojuegos antes que salir al parque o realizar otra actividad. Se vuelven niños retraídos y poco sociables, dejando a un lado las responsabilidades del colegio.
2. Cambios comportamentales: Cambio en los gustos y rutinas, como por ejemplo que de un momento a otro se vuelva agresivo, que muestre comportamientos de asilamiento y dejen sus rutinas diarias por falta de concentración.
Recomendaciones:
Lo primero que hay que tener en cuenta es que los videojuegos no son malos, siempre y cuando se sepan manejar. No hay que satanizarlos y mucho menos prohibirlos porque esto hará que los niños y jóvenes sientan más curiosidad.
El acompañamiento es clave, de ahí se pueden definir las reglas, tiempos de uso y acuerdos, sin que se lleguen alterar las rutinas diarias ya establecidas, tales como: la hora de dormir, tareas del colegio, horarios de deporte y momentos en familia.
No utilizar el videojuego como el caballito de batalla para todos los castigos, ya que los padres de familia, al identificar un gusto o afición de su hijo, quieren tomar esto como una alternativa formativa.
Por último, es importante conocer acerca de los videojuegos, específicamente el que juegue su hijo; aprenda cómo funciona, indague en la web lo que se habla alrededor de éste, cree una red de apoyo con otros padres y sea una fuente de información para su hijo y recuerde: la idea es proteger más no prohibir.